jueves, 10 de diciembre de 2009

Crónica de un 10 de Octubre



Elaborado por: Leal Cisneros Francisco Javier (2009), Calificación: 9.5

Crónica: Es una narración de acontecimientos expuesta en el orden en que se fueron desarrollando.
Intenta recrear la atmósfera en que se produjeron los sucesos.
Toma en cuenta: utilería y decorados, registro del tiempo: fechas, horas, días, etc.; principales participantes, auditorio, reacciones, comentarios y apreciaciones de quienes intervinieron… (Jefatura de Lenguaje y Comunicación, Dirección Académica COBAQ, Formatos para textos de trabajo, Querétaro, 1997).

Crónica de un 10 de octubre
Era un hermoso amanecer, apreciable desde la ventana, yo como siempre acostado todavía, sin ganas de levantar. Sólo se escuchaba mi hermano que en la televisión se entretenía; mis padres platicaban como lo hacen día con día. Eran ya las 10, ya más dormir no podía, pues mis procreadores a desayunar me llamarían. Estábamos ahí; mis padres, uno de mis hermanos y yo, muy contentos almorzando, sentados en aquél lugar de madera donde siempre nos reunimos para compartir en familia. Ya después del desayuno—que delicioso fue—, cada quien a lo suyo: mi padre a su trabajo partió; mi hermano con su papel de regidor fungió, así que en el desayuno no nos acompañó; mi hermano, que en el desayuno estaba—por irse a alimentar a los caballos—, a mi madre y a mí nos abandonaba; yo que con ningún pretexto me libraba, de tomar el papel de una historia muy conocida por todos, en ceniciento me transformaba, pues en equipo más fácil el quehacer se realizaba, mi madre a unas cosas (los trastes y barrer), yo a otras (las camas y trapear).
Era ya medio día, cuando a una primita muy querida fui a visitar, ¡Cómo quiero a esa niña!, por su forma de ser, por los tristes momentos en los que ella había crecido, apenas con un año y medio de vida, ya la perdida de una hermana había sufrido. Que cruel es ésta vida que se nos presta por breves momentos, pues a los escasos 15 años de vida, ya mi Lili al cielo había partido. Yo no se si Dios exista, yo no se que hay más allá, pero coincidencia o cosas del destino mi “Valita” a este mundo vino para que sus padres y todo mi pueblo la perdida de un ser querido pudiéramos soportar; ¡Cómo quiero a esa niña! que a los 10 meses de nacer por ésta enorme pena tuvo que pasar.
A la una de la tarde, mi padre por teléfono me marcó, pues los 5 en familia, a apreciar el deporte nacional iríamos; partimos en la camioneta, en donde cabemos todos, pues de las varias que hay solo en esa los 5 podemos viajar. Al lienzo charro arribamos; a apoyar a el equipo local, que sin importar que son malos, a disfrutar nos hacen llegar, estábamos ahí deleitándonos con cada una de las suertes charras, cuando llegó un primo de mi padre, con todo y familia, todos juntos la charreada contemplamos. Ya cuando el reloj marcando las 6 estaba, la charreada terminaba, y los charros de Peña Azul, en hasta el fondo quedaban.
De regreso a casa nos fuimos, a bañarnos regresamos, pues a las 7 iríamos a celebrar una tradición mexicana; cuando a los tres años de infancia, a los hijos ante Dios hay que presentar; de misa a la comida fuimos, pues cosa en grande sería, lo que nos demuestra que una madre soltera puede a sus hijos adelante sacar; ahí en la mesa de mis tíos —los padres de Lili y Vale—, nos sentamos, la platica con ellos nunca paró, ya que las risas y chistes en la velada nunca faltaron; la cena muy acorde fue, pues hasta piñata y aguinaldos en aquella fiesta presentes estuvieron.
Ya las nueve eran, cuando de la fiesta partí, con rumbo a mi casa a buscar un vehículo en el cual transitar, ya que a mi novia tenía que encontrar. Dando la vuelta en el jardín estaba, cuando a mi amor vi, ella platicando son sus amigas se hallaba. Del carro bajé y hacia ella me dirigí, con una muestra de amor nos saludamos, y a sus amigas solas dejamos, nos alejábamos de ahí y ellas sólo gritaron “se van por lo oscurito”—cosa, que risa nos causó—; nos fuimos a dar la vuelta como costumbre en nuestra relación es, platicamos de todo lo que en nuestras vidas aconteció la semana de separación, pues yo en mis estudios de lunes a viernes estoy.
Cuando el reloj observé las 12 ya eran, rápidamente nos dirigimos a su casa a dejarla, pues su padre más tiempo no le dejaría; cuando a su casa llegamos ya la luz le habían apagado, tiempo de despedirnos sólo nos dio, antes de que más tarde se hiciera; entonces a mi casa me dirigí, esperando el regaño, pues también para mí —según mis padres—, tarde ya era.
Llegué a mi casa, el carro guardé; entré con cuidado para no levantar sospechas de que mi llegada había realizado; según yo a mi habitación iba, cuando del cuarto de mis padres, la voz de mi madre salía ¿ya viste que hora es?, —cuestión que siempre realiza—, por más que en silencio entres, ella al otro día la hora de tu llegada perfectamente te diría. Sólo disculpas pedí, pues con mi padre al otro día me las vería, ya que su sueño más pesado es.
Ahora sí a dormir me disponía, cuando recordé que tarea yo tenía, sólo me levante a anotar las actividades que realicé todo ese día, pues al otro día mi crónica realizaría; ¡por fin!, pensé, cuando me recosté en aquél lugar frente a la ventana donde se suele ver, Un hermoso amanecer.

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